La confesión pública de algunas famosas como Demi Moore de que siguen las pautas de la alimentación “raw food” ha disparado el interés por este tipo de dieta. El “raw food” consiste en alimentarse de productos crudos, normalmente vegetales sin cocinar. Te descubrimos los secretos de esta tendencia, sus virtudes y que alimentos debes consumir si quieres ser un “raw food maníaco”.
Para algunos el raw food se ha convertido en una forma de vida más allá de ser una dieta alimenticia. Se asocia este movimiento con el interés por el consumo de productos ecológicos que no han sido tratados a nivel industrial ni alterados genéticamente. La idea es establecer una vuelta a los orígenes naturales del hombre restableciendo los puentes entre él y el medio natural. El raw food promueve el consumo de alimentos tal y como se encuentran en la naturaleza, como la fruta, o bien haciéndolas germinar como el caso de las semillas. Entre los alimentos aptos en esta dieta están las legumbres, frutas, verduras, semillas, algas, raíces, flores…
No está permitido el consumo de leche más allá del período de lactancia materna. Los lácteos de origen animal son sustituidos por otros provenientes de vegetales y semillas como el girasol, la avellana, la almendra, el anacardo, el cáñamo… con todos ellos puede elaborarse leche vegetal, yogures, quesos, batidos…
Una de las premisas de los seguidores de esta dieta es que el consumo de alimentos crudos aporta más energía y purifica el organismo ya que no se trata de alimentos elaborados o cocinados con más ingredientes que dificultan la digestión. También se elimina el consumo de pan o de legumbres a no ser que éstas estén germinadas y los aditivos, colorantes, realzadores del sabor, edulcorantes y frituras por no ser naturales.
En el raw food no existen hornos ni fogones, los alimentos se consumen crudos normalmente en forma de ensaladas pero también pueden batirse para darle otras texturas como cremas, pastas, paté… La técnica más empleada es la deshidratación de los alimentos a una temperatura de 45 grados, una temperatura no superior a la que nos proporciona el Sol y que conserva los nutrientes y enzimas de los alimentos. También se permite hervir algunos alimentos que no pueden comerse crudos como el apio, el calabacín, la calabaza, la coliflor… Hay que tener en cuenta que el consumo de algunos alimentos en crudo se reducirá respecto al que hacíamos cuando lo cocinábamos porque son más difíciles de ingerir, como ocurre con las patatas.
Pero para aquellos que piensan que pasarse al raw food requiere renunciar a demasiadas cosas se llevarán una alegría al saber que también existe la pastelería en crudo. Se trata de pasteles elaborados con frutas, frutos secos, semillas y melaza para endulzar. Incluso el chocolate natural está permitido pero hay que dejar en el cajón el azúcar y los lácteos.
Algunos precursores de esta dieta llegan a asegurar que son capaces de curar enfermedades crónicas incluso después de ser diagnosticadas pero lo recomendable es no pasarse al raw food de forma radical ya que podríamos producir graves trastornos alimenticios al organismo. Lo mejor es hacerlo poco a poco y siempre aconsejados por un nutricionista que evaluará nuestras necesidades y marcará nuestro consumo.