El ocio y los juegos de los niños se desarrolla cada vez más delante de una pantalla. A la televisión debemos añadir el efecto hipnotizante y poco saludable de las horas enganchados a los juegos de ordenadores y consolas de todo tipo. Los videojuegos tienen beneficios pero pueden perjudicar la salud. ¿Cómo sabemos si somos adictos a los ‘marcianitos’?
Las nuevas generaciones nacen ya con un microchip en la cabeza. A diferencia de sus padres no ven nada novedosos los aparatos tecnológicos ni necesitan tiempo para adaptarse porque son parte de su entorno vital. Desde su nacimiento vivirán para siempre rodeados de televisores y ordenadores y pasearán por Internet como por el salón de su casa. Los videojuegos son parte de este entorno futurista en el que viven los niños. Les proporciona emociones fuertes. Pero un excesivo consumo de videojuegos comporta también problemas para la salud.
Los videojuegos pueden convertirse en una forma de mantener la mente en forma pero caer en la adicción aunque posible es fácil de evitar. Los fabricantes saben los productos que generan adicción son mucho más rentables. El tabaco y el alcohol son ejemplo de ello pero en los videojuegos la adicción aparece cuando sentimos una necesidad vital por ‘pasar de nivel’ sin importarnos el tiempo que invirtamos en ello o si debemos posponer algunas tareas cotidianas para conseguir el objetivo. En este proceso desconectamos del entorno para centrarnos en el mundo irreal que propone el videojuego llegando a distorsionar la realidad como podría hacerlo el alcohol.
El gran perjudicado por este exceso de ‘marcianitos’ es el ejercicio físico. Los parques se vacían de niños que se postran ahora ante el televisor fomentando el sedentarismo y la obesidad. Además dejan de interactuar con otros niños pudiendo provocar posteriores problemas de integración social, timidez o incapacidad para relacionarse. Este sedentarismo es un inicio para complicaciones coronarias e hipertensión además de reducir la calidad de las comidas. Algo rápido para poder seguir jugando.
Jugar en exceso a los videojuegos antes de dormir provoca insomnio y alteraciones del sueño, reduciendo su calidad y duración. Las relaciones familiares, la estabilidad emocional y el rendimiento escolar también se resienten. Los pediatras recomiendan menos de dos horas al día y nunca antes de irse a dormir.
Un carácter irascible, ataques de ira o ansiedad son algunos de los síntomas de un consumo excesivo de videojuegos en un niño. La consola es un aparato que para el menor produce un estímulo constante, un reto a superar que es fácil que acabe con los niños enganchados a la pantalla..
Sin embargo usados con moderación y control los videojuegos pueden ayudar a concentrarse, mantener despierta la mente y la capacidad de deducción al planteárseles un problema tras otro al que tienen que encontrar solución si quieren seguir avanzando en el juego. La agududeza visual, los reflejos y la lógica se ven beneficiados. El niño también desarrolla una mayor capacidad para enfrentarse a los retos que se le planteen en la vida real y los mandos a distancia favorecen la coordinación entre lo visual y las manos que ejecutan la decisión. Pero todas estas capacidades pueden desarrollarse también con el deporte, que lejos de perjudicar nuestra salud la colmará de beneficios.