El relator especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para la Alimentación, Oliver de Schutter, ha alertado sobre los problemas que representan para la salud las malas dietas alimenticias basadas en grasas saturadas y que provocan graves complicaciones cardíacas, cáncer y obesidad. Por ello ha pedido que se regule su consumo al igual que se hace con el tabaco. ¿Pagaremos más por comer algunos productos?
Productos grasos, congelados, con numerosos aditivos y alteraciones en sus valores nutricionales, así es la dieta de miles de millones de personas en el Mundo. Una dieta que se aleja de las más tradicionales basadas en el consumo de cereales, legumbres, pasta, fruta… y que está haciendo aumentar de forma muy preocupante el número de obesos, de complicaciones coronarias, cáncer, enfermedades crónicas y degenerativas. El encargado de la ONU para la Alimentación presentó en 2012 un informe nutricional donde alertaba de estos cambios en la dieta de millones de personas. Dos años después vuelve a recordar que la situación lejos de mejorar se agrava. En el mundo existen 1.400 millones de personas obesas y se calcula que produce 3,4 millones de muertes al año.
La ONU informa que paradójicamente si hace unas décadas el hambre era y sigue siendo el problema más graves en muchas zonas del Planeta afectando a 800 millones de personas, ahora la mala alimentación es un foco preocupante que ya incide en la salud de 1.400 millones de individuos. Paralelamente sobre esta población aparecen más casos de cáncer de útero, de mama, colon, endometrio, osteoartriris, diabetes e infartos de corazón. Schutter cree que “los gobiernos ponen el acento en aportar más calorías sin pensar qué tipo de calorías son, qué precio tienen, quienes tienen un acceso más fácil y cómo se venden”.
La preocupación ha pasado de mejorar la cantidad de alimentos disponibles a tener que limitar algunos. El 65% de la población mundial vive en lugares donde ya fallece más gente por sobrepeso que por hambre. Podría decirse que miles de millones de personas son “adictas” a la alimentación saturada en grasas, una nueva droga que hace retroceder a otras más clásicas y reguladas como el tabaco, cuyo consumo no deja de descender. La directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, admite que una parte de la población está “comiendo hasta morir“. Chan asegura que no se están consiguiendo resultados en la lucha contra la obesidad y el sedentarismo y que el acceso a bebidas azucaradas o alimentos elaborados es “popular y barato”.
Por estas razones expertos como Schutter proponen una serie de medidas intervencionistas que graven estos productos para hacerlos menos atractivos y obtener resultados favorables como los que se han conseguido contra el tabaquismo. Schutter propone regular el comercio y elevar el precio de alimentos altos en grasas, sal y azúcar. Favorecer el consumo de productos frescos locales que son más saludables y nutritivos y cambio en las políticas agrícolas que favorezcan el cultivo de unos alimentos y no otros. Además propone que, como ocurre con el tabaco, se limite la publicidad de la comida basura.
Algunos países han intentado poner coto a la comida y bebida basuras pero se han topado con una poderosa industria con grandes intereses económicos. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, aseguró que prohibiría las bebidas en envases grandes pero no lo consiguió. En Europa, Dinamarca, Finlandia, Italia, Francia, Noruega, Hungría y Austria han propuesto leyes para limitar la venta de las bebidas azucaradas o de los alimentos con grasas saturadas pero tampoco han sabido limitar su venta.
Si embargo algunos expertos no están tan de acuerdo en que aumentar el precio de la comida basura sea realmente desincentivador y ligan las malas dietas a otras costumbres como la falta de ejercicio físico y el sedentarismo que están influyendo de forma decisiva en la salud de miles de millones de personas. La recomendación es basar la dieta en el consumo de productos frescos con preponderancia de las verduras, legumbres y cereales y reducir el consumo de carnes y pescados grasos, sal y azúcar. Esta dieta debe ser combinada con una actividad física adaptada a las necesidades de cada persona, pero que permita que gaste las suficientes calorías para evitar la obesidad.