El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) ha acordado este miércoles un plan con recomendaciones sobre los alimentos que se venden en los centros escolares y aunar criterios para elaborar los menús escolares.
Los productos que se vendan (tanto en las máquinas expendedoras como en las cantinas) no podrán tener más de 200 Kilocalorías, de las cuales, como máximo el 35% han de ser grasas y el 10%, grasas saturadas. También se establecen los límites para la sal y el azúcar.
Bajo estos criterios, se tendrán que retirar de la venta la bollería industrial, los refrescos, las golosinas y buena parte de los zumos de fruta. Ni bebidas con cafeína u otras sustancias estimulantes (excepto las que están presentes de forma natural en el cacao, por ejemplo), ni aquellas que tengan edulcorantes artificiales (conocidas como light). No podrá haber nada con más de 200 calorías, más de 0,5 gramos de sal, ni, por supuesto, que lleve algún ácido graso trans (excepto los que tienen de forma natural los lácteos o productos cárnicos). Así, casi ningún bollo, bolsa de patatas, galletas (por sanas que se vendan) o aperitivo salado, pasan el corte.
La ministra de Sanidad insistió en que no se trata de la prohibición de ningún alimento. “Sólo se pone límite a la venta de determinados productos en base a las recomendaciones de los expertos para que los niños, que no tienen criterios nutricionales para determinar qué alimentos deben comer y cuales no, no tengan acceso a ellos“.
En España, donde uno de cada cuatro niños padece sobrepeso u obesidad, según los datos de Sanidad, estas recomendaciones no servirán de nada si no va acompañado de políticas de educación y formación eficaces. “Los padres pueden mandar a los niños al colegio con una manzana y que luego ellos se compren en el cole una palmera de chocolate, una bolsa de patatas, un refresco… Lo que hay que hacer es educar al niño para que tenga conciencia de lo que come“, dice Susana Monereo, jefa de Endocrinología del Hospital de Getafe. “Hoy en día hay que defenderse de la sobrealimentación con tanta fuerza como nuestros antecesores se defendieron del hambre“.
Un plan que la endocrinóloga Susana Monereo considera “positivo” sin embargo, sostiene que aunque son un gran paso, las medidas no son suficientes. “Las acciones aisladas no van a servir para nada, hay que unirlas a la formación y al estímulo del ejercicio. Debería haber una clase especial o integrada en otra en la que se enseñase a los niños a comer, donde aprendan hábitos nutricionales saludables“.
Porque el problema que trata de combatir Sanidad no es menor. El 17% de la población adulta y el 13,9% de los niños españoles son obesos, según el Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Obesidad y Nutrición (Ciber-Obn). Y las cifras no cesan de crecer.
“La obesidad infantil es el problema más serio al que se enfrenta la sociedad moderna. De hecho, es la madre de todas las enfermedades, puerta de entrada hacia prácticamente todas” comenta Monereo. Y es que esta patología suele ir acompañada o derivar en otras, como la diabetes.
El plan, sin embargo, no establece sanciones para quienes no cumplan. Se puede considerar, pues, un conjunto de recomendaciones que todas las autonomías han acordado respetar.