Esto es lo que se desprende del estudio presentado el la última edición de la revista Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics. Con la obesidad y sus problemas derivados (como la diabetes y problemas cardiovasculares) en continuo aumento, son muchos los investigadores que centran sus esfuerzos es saber el porqué para poder ponerle remedio. Si hasta ahora muchos de estos estudios se centraban en la calidad de lo que consumimos, esta nueva investigación ha puesto el foco en la velocidad a la que lo hacemos y como esta afecta a nuestro consumo de calorías.

En el estudio se tomaron dos grupos, uno formado con gente con un peso dentro de la norma y otro con problemas de sobrepeso a los que les hicieron tomar dos comidas. Para una de las comidas, no tenían limitación de tiempo y tenían que dejar el cubierto en la mesa entre bocado y bocado, además de masticar con calma los alimentos. La segunda comida era justo lo contrario, tenían un límite de tiempo y no podían dejar los cubiertos en la mesa.

Los resultados del estudio arrojan que con la comida lenta los dos grupos de personas:

• Ingirieron menos calorías (88 kilocalorías menos del grupo de peso normal y 58 kilocalorías menos en los de exceso de peso).
• Sintieron menos hambre al cabo de una hora de la comida.
• Consumieron más agua durante la comida (27% en el grupo de peso normal y el 33% en el grupo de sobrepeso).

Para Meena Shah, profesora en el Departamento de Kinesiología de la Universidad Cristiana de Texas (TCU) “la desaceleración de la velocidad de comer puede ayudar a reducir el consumo de energía y suprimir los niveles de hambre y puede incluso mejorar el disfrute de una comida”. Algo necesario en una sociedad en la que nuestro gasto calórico ha ido disminuyendo debido al sedentarismo pero que no hemos sabido acoplar con nuestra ingesta calórica.